martes, 17 de agosto de 2010

Todo paso de repente. Algo que no te esperas. Gracias a eso fue mejor lo que pasó. Ocurrió sin pensarlo, en un abrir y cerrar de ojos. Sí, habia indicios de que pasaria, lo sabíamos, pero el corazón no se lo había planteado y le pillo por sorpresa. Salí de casa hablando por teléfono, no esperaba que pasara, pero pasó. Tan sólo al pisar la calle se pusó a llover más fuerte que nunca. Al principio sentí la rabia de cuándo no tienes paraguas, pero una vez empapada, me di cuenta de que lo que menos quería era un paraguas. Caras que no había visto nunca y que no volvería a ver. Fui evitando todos los paraguas para poder empaparme de esa suave y dulce lluvia. Cada gota era una sensación nueva para mi ser. En la calle, todo era paraguas y prisas. La gente estaba tan metida en su vida y su estrés constante que no se podían parar a saborear el sabor de cada gota. Tal vez, estuvieran acostumbrados.

La lluvia paró. Me dejó sin nada, sin sensaciones. Pero lo que vino después fue mejor. De golpe empezó todo. Sentada en el césped mojado, escuchaba canciones aleatorias de mi aparato de música. No había nadie en las aceras. Miraba a mi alrededor. Hacía frio. Esperaba una señal. Muchas casas, una tras otra. Cada una de ellas con un coche esperando a su dueño. Me descolgué los cascos y me apresuré a entrar. La casa no estaba vacía, y alguien esperaba detrás de aquella puerta. Las nubes empezaron a moverse y a dejar paso al sol, pero sin irse del todo. La luz era perfecta. Aun así, preferimos correr las cortinas. Pero, lo mejor de todo era el aire revitalizante y electrizante que se movia. Dentro hacía calor. La cama deshecha. Éxtasis de miedo. El teléfono sonaba. Las sábanas tan enredadas como si un bebé hubiera dormido en ellas. De vez en cuando, se hacía el silencio en aquella pequeña habitación. Era mágico. Podías juntar tantas sensaciones en un puñado de aire...


Los escalofríos iban y venían por todo mi cuerpo. Era un momento tan mágico. Era uno de esos momentos que quieres meter en una cajita para revivirlo siempre que quieras. Era un momento para coleccionar.

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